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“Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. 

(Nicolás Avellaneda)

 

         Las citas históricas logran condensar acontecimientos históricos, sensaciones sociales generales o vivencias comunes en una amalgama de sentimientos que trascienden temporalmente al autor, provocando en la población respuestas de reconocimiento, de acción o falta de las mismas. 

         A nivel político esta cita nos muestra de forma cruda, real y descarnada la consecuencia casi inexorable del transcurrir de la sociedad humana a la largo de nuestra historia. Nos demuestra que la psicología del ser humano es tan fácil de describir como complicada de “encauzar” por el camino correcto, porque la subjetividad subyacente en esta afirmación determina que no existe una única vía, aunque así sea visto por aquellos que tienen capacidad de influencia o de acción. El concepto del bien y del mal es tan ambiguo como las razones que llevan a escoger, a aquellas personas que tienen una verdadera potestad de elección y que determinan, en consecuencia, el rumbo de millones de personas en nuestra sociedad. 

         La cadena de transmisión de la repetición histórica de errores pasados pasa por una “Ley del Péndulo” que entra en funcionamiento cuando, las estructuras sociales, que llevaron a avanzar a la sociedad se agotan, en detrimento de la pujanza renovada de aquellas estructuras que causaron el movimiento anterior, como respuesta a su inoperancia. La sociedad transcurre, en su historia, en función del enfrentamiento de visiones sociales antagónicas, en una continua lucha entre el conservadurismo existente y la utopía de transformar la realidad en el futuro. 

         Los augurios, tienen un marcado acento negativo a nivel político y económico. Los gurús que no supieron ver el conato de crisis del año 2008, aún reconociendo con la boca pequeña que el exceso de medidas restrictivas han avocado a las economías de muchos países a la constricción y a la depresión, siguen exponiendo un mantra de reformas estructurales y mejora de la competitividad que no tiene otro objeto que el detraimiento y la insuficiencia de las economías domésticas, que sólo beneficia al gran capital y al empresariado con intereses espurios para el resto de la población.

          La degradación y debilitamiento de las estructuras sociales no puede hacer otra cosa que llevar a la sociedad a unos movimientos masivos cuyo intento de control se está practicando, en la actualidad, en Grecia. Sería un error pensar en la omnisciencia de ese poder que parece que está jugando al ajedrez, con la seguridad paternalista del conocimiento y respuesta de cualquier opción contraria a sus intereses.

          Aún estando presente en el discurso, el Crack de 1929 y sus consecuencias, no se toman en serio. Las medidas practicadas desde septiembre de 2008, encaminadas a sortear la repetición las consecuencias vividas con posterioridad al 24 de octubre de 1929, tienen un único objetivo: lavar la cara y salvar de la quema a unas empresas y unos directivos que han colaborado, de forma exponencial, en la quiebra de este sistema económico capitalista, que prometía un nivel de excelencia y de crecimiento atemporal absolutamente irreal.

          Al tiempo, las críticas neoconservadoras al New Deal de Roosevelt, en un intento de demostrar que Keynes y sus políticas estatales de gasto expansivas eran un error, no han hecho otra cosa que ahondar en las desigualdades sociales y en la percepción de la población de que el papel amortiguador y protector del Estado sólo responde ante la banca y a los intereses de las grandes corporaciones económicas.

          De entre las muchas consecuencias que supuso el Jueves Negro de Wall Street está el auge, en Europa, de movimientos políticos fascistas, consecuencia a su vez de crisis políticas y sociales. Los enfrentamientos y huelgas, la falta de respuesta de gobiernos conservadores o socialistas abonaron el camino del gobierno a personajes como Hitler y Mussolini, entre otros, siendo responsables en gran medida del estallido de la II Guerra Mundial en septiembre de 1939.

          ¿Qué diferencias o similitudes existen, a nivel económico y social, entre la situación que vivimos en la actualidad y las vividas por la sociedad entre 1929 y 1939? ¿Cómo podríamos encajar en toda este descontrol los movimientos bélicos, de Guerra Santa, del mundo árabe contra la cultura occidental, contra la que lucha? ¿Tienen razón aquellos que consideran que las guerras pueden desarrollarse, en la actualidad, solamente en campos económicos?

          El status social de nuestra sociedad, de la gran mayoría de esta sociedad, está empeorando a ojos vista, pero no es suficiente para revertir este proceso de decadencia y latrocinio de nuestras “clases dirigentes”. Se hace necesario un esfuerzo común para que ese concepto denominado “Estado del Bienestar” no llegue a convertirse, en el futuro, en una isla en la historia de la humanidad, como lo fueron algunas sociedades en el pasado. Está en manos de todos.

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