ESTACIÓN DE DESTINO

 

Durante el visionado del Evento del día 9 de marzo de 2023, me han ido asaltando una serie de ideas, mientras los ponentes iban desgranando su opinión y posicionamiento sobre los diferentes conceptos que pueden ponernos en situación de entender la importancia, el alcance y el compromiso que los actores multinivel están teniendo, para que la Agenda 2030 no se quede en una mera declaración de intenciones.

La primera sensación que me asalta, es la de considerar la Agenda 2030 como la plasmación filosófica de una idea o conjunto de ideas (que no dejan de ser coherentes) cuyo momento de desarrollo ideal se encuentra encuadrado en momentos de equilibrio, cooperación y paz social. Una vez dicho esto, los ponentes han mostrado que la crisis del COVID, los cuellos de botella en las cadenas de distribución, el caos en el mercado energético, la Guerra de Ucrania, etc. están suponiendo un claro freno en el desarrollo global de las ODS, en especial en Europa.

Desde el fin de la II Guerra Mundial, Europa ha vivido un periodo inauditamente largo y fructífero de estabilidad y desarrollo político, social, cultural y económico. Nuestra sociedad, en su conjunto, ha asistido a la aplicación práctica y global de formas de gobernar heredadas de momentos (la democracia griega, la revolución francesa, …) que han configurado y configuran la esencia de ese concepto de ver el mundo a través de nuestro particular transcurrir en el relato de la Historia y Evolución Humana.

Pero no podemos olvidar que, como en todo, existe una ley del péndulo. Que aquellas conquistas sociales, que en el pasado supusieron levantamientos, guerras, rebeliones, etc. y que, en nuestro contexto actual, consideramos normales y cotidianas, no lo son tanto. No podemos olvidar que existen otras formas de gobierno y otras visiones de configuración social. Que existen grupos ideológicos que consideran que esta forma de ver y entender la sociedad es algo ilegítimo, que atenta contra sus intereses superiores, espúrios e incontestables y que batallan en todos los campos de juego para laminar conceptos de convivencia social básicos expuestos en la Agenda 2030.

En el evento se ha hablado, entre otras cosas, que para plasmar correctamente la Agenda 2030 es necesario, no sólo una adaptación legislativa a los principios que se intentan promocionar, sino que se requiere de una inversión económica fuerte, que haga realidad su implementación social. Y no sólo como punto de partida, la inversión ha de mantenerse para proporcionar ese nivel de estabilidad que se pretende alcanzar.

Y esto me lleva a la segunda sensación, la economía. En el evento se han expuesto los diferentes grados de implantación de la Agenda 2030 en los diferentes países. Se ha hablado de la dificultad que existe para homogeneizar los datos entre diferentes actores (siempre Sector Público) y la asimétrica aplicación e implantación en los diferentes niveles gubernativos en los que se configura el estado español. Pero, ¿y el sector privado?

El impacto en la economía y en la sociedad de las tesis expuestas, defendidas e implementadas por la Escuela de Economía de Chicago, como respuesta contraria, radical y monolítica a las políticas económicas keynesianas, suponen el hilo conductor de los movimientos desregulatorios, privatizadores de servicios públicos, crisis económicas, etc. de los últimos 40 años. Estas tesis suponen el mantra discursivo hegemónico de una forma de ver la economía que se enfrenta directamente con los principios expuestos en la Agenda 2030. Una forma de ver la economía que, bajo un prisma interesado ha asentado en la población, de forma inteligente y dirigida, un posicionamiento incontestable respecto a que las Administraciones Públicas son un mastodonte inoperativo, fiscalmente acaparador de recursos de una población y de un sector productivo al que se ponen trabas absurdas, donde los políticos y funcionarios son tratados con desprecio, a los que se considera corruptos, clasistas, endogámicos y parásitos, etc.

Los actores fundamentales, y parece ser únicos, para el desarrollo e implementación de la Agenda 2030 son las Administraciones Públicas, cuyo nivel de endeudamiento es elevadísimo, requieren invertir cantidades importantes de recursos (aumentar o redistribuir el gasto presupuestario) para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Hacer realidad estos Objetivos requerirá incrementar el esfuerzo fiscal del ciudadano (al que se le machaca día sí y día también sobre la cantidad de renta que se deriva a un Estado egoísta, que literalmente tira su dinero en corrupción, u otras superficialidades, y cuyo nivel de renta se mantiene estable mientras los costes que suponen mantener su nivel de vida se disparan) o acudir a unos mercados de deuda de entidades financieras y de inversión cuya filosofía de actuación está en contra de aquello que, como principio constructor y vertebrador de la sociedad, constituye la razón de ser de la existencia de las Administraciones Públicas.

Por ejemplo, hace no muchos años, el Gobierno de Estados Unidos se quejaba amargamente de la poca implicación y colaboración económica y militar de sus socios europeos en el mantenimiento de la OTAN. En ese momento los países europeos, de una forma u otra, se pusieron de perfil. Curiosamente, una guerra en suelo europeo, está logrando que un porcentaje de los recursos económicos de los países esté migrando para incrementar su gasto militar. ¿Es casualidad? Lo desconozco, pero lo que es cierto es que, ante una situación de recursos públicos limitados, si se dirige el gasto hacia un determinado sector no se va a derivar a otros. En consecuencia, uno de los primeros ámbitos afectados por la infrafinanciación será, claramente, la Agenda 2030. Por lo que se corra el riesgo de hacer realidad del principio de aparentar que se hacen muchas cosas, para no hacer nada, en realidad.

Por último, me gustaría hablar sobre la percepción ciudadana que se tiene de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Es fundamental incrementar el esfuerzo educativo y de concienciación de una población que, mientras no le suponga un esfuerzo, se declara manifiestamente ecologista. Por otro lado, el incremento y fortaleza de ciertos posicionamientos políticos, están empezando a estigmatizar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030. No es baladí, que expresiones de insulto, como la palabra “woke” (predominantemente en Estados Unidos) identifiquen a una amalgama de personas posicionadas a favor de la Agenda 2030.

Creo que, es una obligación de todos incrementar nuestra formación e implicación, para reforzar el papel constructivo de los actores comprometidos en el desarrollo de la Agenda 2030. Cada persona, puede considerarse un granito de arena, pero muchos granitos de arena configuran una playa que siempre permanecerá imperturbable ante los embistes de un mar, muchas veces enfervorecido y furioso. Está en manos de todos.

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